viernes, 23 de noviembre de 2012

NUEVA ENTRADA DE FORMACIÓN: 8ª REFLEXIÓN "EN VOZ ALTA"

FORMACIÓN: 8ª  REFLEXIÓN: “EN VOZ ALTA”

TITULO SEGUNDO

DE LA ESPIRITUALIDAD DE LA HERMANDAD

  
REGLA 10ª

<<Esta Hermandad y Archicofradía, como asociación de fieles cristianos que es, se constituye como una comunidad de fe, de  caridad y de culto que, viviendo las exigencias cristianas, se halla en comunión con el Papa, los Obispos y demás jerarquías de la Iglesia Católica para de esta manera querer hacer presente el Magisterio de la Iglesia en el mundo>>.
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“La fe no es una teoría. Creer significa entrar en una relación personal con Jesús y vivir la amistad con Él en comunión con los demás, en la comunidad de la Iglesia
                                                                               (Benedicto XVI)


Nuestra regla anterior (9ª) centró toda nuestra atención en lo que podríamos considerar el núcleo central de nuestra Hermandad: Somos hermanos de Las Aguas porque estamos decididos  a “Conocer a Cristo e imitarle amoldándonos a su imagen”. Es decir, nuestro ingreso en la Hermandad debe llevarnos a centrar toda nuestra búsqueda, con empeño e ilusión, en configurarnos y revestirnos de Cristo.

Por vivir convencidos de esta nueva vida, los primeros discípulos de Jesús fueron conocidos con admiración por sus contemporáneos y los empezaron a llamar “cristianos”, seguidores de Jesucristo, porque reconocían en ellos los gestos y las palabras de su maestro interiorizados ya en ellos. Fue así como los primeros cristianos empezaron a vivir, juntos, esa experiencia que les había cambiado la vida. Así nació, con la fuerza del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, la primitiva comunidad cristiana de la que nos hablan los Hechos de los Apóstoles (2, 42-47) y que será siempre el paradigma y ejemplo de todas las comunidades cristianas. La Iglesia naciente, que ha llegado hasta nuestros días, ha ido trasmitiendo con fidelidad, a través de los avatares de la Historia, el conocimiento y la vida misma de Jesucristo, a través de su palabra viva, de su presencia sacramental y de los gestos de amor fraterno, sobre todo con los más pobres, actitudes todas ellas que acompañan siempre el ser y el actuar de los cristianos.

Es por eso que nosotros, al hacernos hermanos de Las Aguas, aceptamos vivir nuestra experiencia de fe dentro de la Iglesia. “La fe -nos dice el papa Benedicto XVI- es siempre y esencialmente un creer junto con los otros, en la Iglesia y con la Iglesia”. Es verdad, como dice nuestra regla, que somos una asociación de fieles cristianos, por su origen gremial y seglar, que se organizaba de forma interna y autónoma, promovida por los fieles de las corporaciones profesionales del medioevo. Pero este no es sólo un nombre heredado del pasado o una denominación externa. Me gusta mucho la aclaración que se hace a continuación: “se constituye como una comunidad de fe, de caridad y de culto”. Nuestra regla define claramente con ello nuestra pertenencia a la Iglesia como una comunidad cristiana. Somos Iglesia, Iglesia viva, activa, en comunión con nuestra parroquia, arraigados en nuestra diócesis local y, a través de ella, formamos parte de la Iglesia Universal, heredera de toda la Tradición desde Pentecostés. Y lo somos porque nos asentamos en el trípode de experiencias que conlleva nuestra pertenencia a ella: Una fe viva, una caridad activa y un culto que sea “en espíritu y en verdad”, es decir, como dice nuestra Regla: “viviendo - no sólo sabiéndolas-  las exigencias cristianas”.

De esta certeza nace nuestra fidelidad a la Iglesia como institución fundada por Jesús y fundamentada en Él. “Seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia”, nos recuerda el papa. Es por ello que a continuación nuestra Regla especifica nuestra fidelidad: “se halla –nuestra Hermandad- en comunión con el Papa, los Obispos y demás jerarquías de la Iglesia Católica”. La comunión con la Iglesia nace de la experiencia de Dios que brota de nuestra identidad como Hermandad: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2, 7).

Sólo viviendo nuestra experiencia de Dios, haciendo nuestra la vida de Jesús a través de la oración personal y comunitaria y la celebración eucarística; a través de la reflexión gozosa de su Palabra trasmitida por la Iglesia y compartida con los hermanos, y abriendo nuestro corazón a las necesidades de los hermanos y en especial de los más pobres, sólo así… “viviendo las exigencias cristianas” (…) “haremos presente el Magisterio de la Iglesia en el mundo”,  que no es otro que la herencia de Jesús, su proyecto de vida para el mundo y su sueño de que seamos uno en él y de hacer nuevas todas las cosas.



Javier Bermúdez Aquino
Consiliario de Formación